Hoy
de nuevo las primeras páginas de los periódicos de este país han vuelto a
abrir con economía. Siempre malas noticias. La desesperación se ha hecho
presente en la vida de millones de familias españolas. Es mi caso. Hace
tres semanas, después de meses sin cobrar, el medio de comunicación en
el que trabajaba cerró sus puertas a través de lo que llaman ERE
Extintivo. Ahora mismo estoy tratando de desentrañar qué quiere decir y
cuáles son sus consecuencias. En algún otro momento he hablado en este
mismo blog de los empresarios; ya no me apetece. Hoy de nuevo la
macroeconomía manda en diarios y televisiones. Durante años me he
preparado para enfrentarme a esta profesión de periodista, para ser yo
el que diera esas malas noticias, porque no nos engañemos, cuando pasa
algo en forma de accidente, sea en carretera, sea económico, todos
queremos estar ahí.
Con una licenciatura, un máster cuyo coste ha sido
como una hipoteca, años cobrando cuatro duros por horas y horas de
trabajo; aprendiendo a ser periodista y desaprendiendo una
profesión en la que las presiones curten a cualquiera, ahora cuando de
nuevo las primeras páginas hablan de recesión, me toca hablar de mí
mismo, rompiendo esa máxima de que no debemos ser noticia. Tengo 38
años, es verdad que desde no hace mucho, en comparación con otros, me
dedico a esto. He pasado por todos los soportes y por todos los estadios
que este ‘maravilloso’ mundo requiere, como si fuera un dogma de fe:
estudiante-trabajador, becario-trabajador, becario, periodista en
precario, multiperiodista, televisión-prensa-radio, gabinete de comunicación, periódico-televisión. He vivido momentos
muy difíciles, compaginando colaboraciones hasta la extenuación y creo
que, a pesar de todo, he tenido bastante suerte. ¡Qué paradoja que esté diciendo esto de la suerte! También me lo he ganado.
Ahora,
cuando la economía se tambalea más que nunca echo la vista atrás y
recuerdo que después de ser cantero, peón de albañil, camarero, teleoperador, logré
gracias a un anuncio de un periódico local mi primer trabajo de PERIODISTA.
Quince años han transcurrido, más de una década dejándome la piel y
otras muchas cosas. Nada distinto a los miles de colegas de profesión. He disfrutado en la 'caja tonta', emulando ante el micro a quienes escuchaba por la radio cuando era adolescente, editando las primeras páginas del diario de mañana, incluso tratando de adivinar lo que mis colegas, durante mi experiencia en un gabinete de comunicación, podrían publicar al día siguiente. Y ahora, casi a los cuarenta, me veo no solo sin
posibilidades de retomar mi profesión, para la que me he estado formando
durante años, sino con pocas opciones, siquiera, de hallar un puesto
de trabajo.
En todo este proceso degenerativo, en el que a pesar de los buenos momentos, como casi siempre en la vida, los sinsabores pesan más, me encuentro en una situación de parálisis que trato de esquivar con pequeñas acciones para seguir ‘enganchado’ a la actualidad. Una de ellas es este blog. No es cuestión de tirar la toalla, es cuestión de que te empujen a hacerlo, aunque tú no quieras. Estas líneas, con las que muchos se sentirán identificados, seguramente sean una especie de desahogo al conocer que, de nuevo hoy, las malas noticias económicas cercenan un poco más el horizonte.
Paula, mi hija con la que converso mucho a pesar de su corta edad, siempre acaba por no hacerme caso (es muy inteligente), es lo único bueno en esta situación desesperada porque su mamá, también periodista, comparte el desempleo conmigo. Y digo que es lo mejor de una situación dramática como la actual porque es el acicate para seguir, para que la desesperación no le gane el pulso a la ilusión. Esa pequeña de 2 años y medio, con su sonrisa, me enchufa a la vida cada mañana. No quiere decir esto que no vaya a continuar luchando por mi profesión, por regresar a ella, ni mucho menos. Simplemente que ella come todos los días y, de donde sea, se sacará el dinero para que pueda seguir haciéndolo.
Disculpad por esta entrada; no estaba entre mis planes sincerarme tanto en lo personal, pero al ver hoy las primeras páginas de los periódicos he sentido la necesidad de contar mis pensamientos y compartir no mis sueños, que ya se han encargado de eliminarlos, sino mis ilusiones por el futuro. Sea como periodista o como cualquier otra cosa, la ilusión por verla crecer, estar con ella y disfrutar de Paula no me la arrebatarán empresarios y políticos mediocres e inútiles.
Eso sí, a ella, a mi hija, la animaré para que se dedique a otra cosa.
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