-
Papá,
¿por qué hoy no vas a trabajar?
-
Bueno
hija, pues porque papá ya no tiene que ir al periódico y a la tele en la que
estaba.
-
Pero
¿por qué?
- Ay
pequeña, la verdad es que a veces hay cosas que entenderás cuando tengas más
edad. Podría darte muchos argumentos, muchas ideas o cosas para que lo
entendieras, pero en realidad sería para desahogarme, y entonces...
-
Pero
entonces por la tarde vendrás al parque conmigo, a los columpios.
-
Pues
claro que sí.
Desde hace unos días, un servidor ha pasado a
formar parte de la lista de compañeros que integran ya las cifras del paro,
bueno no, como lo mío es un ERE se aprovecha la coyuntura para que nos tomemos
unas vacaciones y ‘reflexionemos’ mis compañeros y yo sobre el futuro, aunque
tal vez sería más correcto decir sobre lo que se nos viene encima. En mi casa
lo tengo bastante cercano, no en vano Eva, la madre de Paula, también
periodista (como digo yo, o tu pareja es de la profesión o no hay Cristo que
entienda estos horarios y demás sinsabores) lleva desempleada tres
años, así que el panorama es bastante sombrío.
Tal vez éste sea el momento de desenmarañar
la madeja de lana en que se ha convertido esta, a pesar de todo, linda
profesión. En mi experiencia de estos meses como responsable de un medio de
comunicación provincial, uno de los aspectos que más me han llamado la atención
ha sido el ‘poder’ que los políticos se otorgan, creyéndose por encima del bien
y del mal, tratando de eliminar del camino a aquellos medios o periodistas que
son incómodos para su travesía en el desierto de las mayorías, del poder
absoluto. Hablo de Guadalajara, provincia castigada por el paro, la
despoblación y, desde mi humilde punto de vista, por una clase política que no ha
sido capaz de aprovechar la proximidad de Madrid para el bien común, aunque sí
para el interés particular, ni las muchas posibilidades que ofrece esta tierra más allá de convertirla en un reino de taifas.
En estos casi nueve meses, he visto caer
periodistas como fruta madura en los ‘grandes medios nacionales’, compañeros
que lo único que han hecho a lo largo de años ha sido trabajar, muchas horas,
tantas que Cospedal y algún que otro político y miembro de la patronal con
intereses en Laponia, no serían capaces de contabilizar. Pero hay algo que me
ha llamado la atención sobremanera y es cómo en una ciudad (provincia) como
ésta, los diferentes medios de comunicación han ido cerrando sin que nadie haya
dicho nada. En muchas ocasiones, la mayoría, las redes sociales han sido las
únicas informadoras de una situación dramática. Seguramente, lo primero es echar
la culpa al empresario. No les resto responsabilidad, porque muchos decidieron
crear su medio de comunicación a la sombra de los beneficios del ladrillo y
para seguir incrementando la cuenta de resultados en forma de prestigio y
relevancia social.
Sin embargo, a pesar del drama que genera una
mala gestión porque su consecuencia inmediata es el cierre y, por ende, el
incremento de las listas del desempleo, no podemos dejar pasar la acción (que
no inacción) de los políticos actuales que, una vez más, como se lleva
demostrando en este país desde hace años, son incapaces de mostrar un ápice de
sensatez en la toma de decisiones.
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