A pesar de que hay titulares que, de tan
manidos, dan incluso grima, incluso aunque hagan alusión a verdaderas obras de
arte, en el caso que nos ocupa es, sin duda, el que mejor explica lo ocurrido
con el periódico en el que he tenido el placer de trabajar los últimos 10
meses, el Día de Guadalajara. Lo suyo ha sido la crónica de una muerte
anunciada.
Hoy, en caliente, después de recibir la
noticia por parte de la empresa, y cuando todavía uno ni se plantea el futuro,
las vísceras invitan a hablar, a vomitar lo que el corazón quiere, tirando a
diestro y siniestro, hablando de empresarios que no piensan en la profesión, de
políticos de provincias que sólo aspiran a ser ‘algo más’, aunque sea a costa
de los profesionales y, lo que es más grave, del pueblo, al que incluso
alguno/a se atreve ya a arrebatar la soberanía, o de colectivos que, según
dicen, defienden a los periodistas. Es lo que nos ha tocado; hay quien ha
tenido la suerte de vivir momentos de la historia en los que la inventiva, la
profesionalidad, la diligencia, el apostar por ideas novedosas mandaban. Por
desgracia, a mi generación, forjada a base de ladrillos y falsas promesas de
más formación igual a mejor desarrollo profesional (no económico), le ha tocado
en ¿suerte? personajes que se creen lo que no son y, lo más grave, no son ni de
lejos lo que se creen.
A pesar de que esto pudiera parecer una
especie de vómito visceral, lo siento pero no. Eso lo dejaré para más adelante.
En unos días será el momento de hablar de aquellos que en un día como hoy se
alegran de que un medio cierre porque son incapaces de ver más allá de mañana,
y eso sí es un verdadero problema para nuestra sociedad.
Hoy simplemente quiero recordar a quienes han
compartido conmigo estos meses de experiencia laboral, repleta de sinsabores,
pero cargada de humanidad, solidaridad y profesionalidad. Mi primer recuerdo es
para ellos, la plantilla de El Día de Guadalajara y CNC, con cuyos integrantes
he aprendido más de lo que yo podría imaginar en estos nueve meses. Cuando digo
esto no lo hago desde la amistad, porque no la ha habido, puesto que uno,
después de unos años dedicándose a esto desde mi época de becario en RadioVoz
Madrid, ha aprendido que aquello del ‘colegueo’ no funciona. Lo único que
quiero hacer es agradecer el enorme trabajo que en este tiempo han realizado
estos profesionales, y en unas condiciones bastante lamentables por diversas
razones.
Soy consciente de que este no es el mejor
momento para intentar mirar al futuro con optimismo; además sería hipócrita por
mi parte hacerlo, o estaría mintiendo. Sin embargo, sí creo que los buenos
profesionales van a seguir teniendo su hueco para continuar una labor que es
fundamental para la consolidar esta sociedad democrática que atraviesa por
instantes dramáticos en muchos casos.
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