martes, 10 de abril de 2012

Rajoy ante las presiones externas, internas y españolistas

Tras el parón de Semana Santa, y viendo las informaciones aparecidas en los medios de comunicación de tendencia es claramente conservadora, en especial las primeras páginas de algunos periódicos, uno se pregunta si lo de ser español es una ventaja o un inconveniente. Mezclar la nacionalidad para convertirla en un nacionalismo trasnochado es lo que conduce a conflictos sociales internos graves, cuyas consecuencias han sido devastadoras a lo largo de la historia. En el nuestro, en esa España que muchos dicen defender y que solo la utilizan para asegurarse la venta de ejemplares o arañar audiencia entre un determinado sector de población y, por ende, lograr más subvenciones y publicidad institucional, sinceramente no creo que llegue la sangre al río; no obstante, en las últimas décadas propablemente no ha habido una crisis económica como la actual, de ahí que la afirmación la ponga en cuarentena.

Pero ¿al Gobierno le interesa esta confrontación?. Sería poco inteligente por parte del equipo de Rajoy apelar, sostener y respaldar esta guerra de guerrillas mediática puesto que ejemplos de que le sale mal los ha tenido en las últimas contiendas electorales. A esto habría que añadir la irrupción de grupos políticos que, por vez primera, disgregan el voto tradicionalmente fiel a la derecha hacia posiciones, aunque conservadoras, con resultados globales más inciertos. El Foro de Álvarez Cascos en Asturias (cuya expansión al resto del país seguramente se produzca a través de su incursión en otras regiones) y UPyD, cuya indefinición ideológica es proporcional a la presencia en el partido de personas procedentes de formaciones de los signos políticos más variados, provocará que si la situación actual persiste en el tiempo, como parece que así va a ser, el voto del PP se disgregue. El último ejemplo, que viene a sumarse a los anteriores, tiene que ver con los grupos de ideología ultraderechista, que han empezado a adquirir relevancia en el ámbito municipal.

Parece que es evidente que todo estos factores no son convenientes para el partido de Rajoy, cuya indefinición e improvisación a la hora de adoptar decisiones se ha visto acentuada en las últimas semanas por las presiones de los mercados y de sus socios europeos (la duda es si son también socios ideológicos). La incursión con más fuerza de ese españolismo trasnochado del que beben ideológica y económicamente algunos medios, va a perjudicar al líder del PP a medio plazo puesto que el empuje ya no procederá sólo de los socios europeos, sino también de su propio partido, haciéndose más visible la confrontación entre las facciones más radicales y moderadas, ambas con nombres bien conocidos y que, ahora mismo, interpretan un papel de cohesión claramente interesado.

La única buena noticia para el actual presidente del Gobierno en el ámbito interno tiene que ver con la situación por la que atraviesa el PSOE, principal partido de la oposición al que la opinión pública reclama mayor presencia, en el sentido más amplio de la expresión. Muchos votantes socialistas se han visto vapuleados por la presencia en la dirección de personas que no han demostrado un espíritu de renovación real, procediendo en un porcentaje muy alto del anterior Ejecutivo de Zapatero, lo que muchos de sus exvotantes consideran (y así lo demostraron el 20N) un regreso a un estadio muy negativo de la historia reciente del partido. Las alternativas, encabezas por IU, tampoco convencen, fundamentalmente tras algunos de los movimientos realizados por la coalición tras los comicios municipales y autonómicos de mayo pasado, negando su respaldo a candidatos socialistas en ayuntamientos y regiones. Para muchos votantes de izquierdas, la formación que encabeza Cayo Lara sigue anclada en posiciones de hace décadas, algunos incluso las califican de prehistóricas. 


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