Arrogarse una bandera, defender la unidad de un país (de puertas para fuera), mostrarse como salvadores de la patria y todo ello bajo el nombre de España y el autotítulo de ser los únicos poseedores de la nacionalidad española, es lo que ha venido utilizando el Partido Popular desde hace tiempo, sobre todo desde la segunda legislatura de José María Aznar (en la primera dejaron de lado ese patriotismo por sus pactos con los nacionalistas). Y lo han llevado hasta las últimas consecuencias, en sentido proporcional a como el PSOE ha ido dejando de lado esos mismos elementos hasta que trató de recuperarlos en los últimos años de José Luis Rodríguez Zapatero (Gobierno de España, utilización del término de forma constante en sus alocuciones, las de sus ministros y por parte de los órganos de dirección del partido). Pero, ¿a quién le ha salido bien la jugada?. Indudablemente al PP, y en ello ha tenido a una maestra por encima de todos: Esperanza Aguirre.
La
Comunidad de Madrid fue una de las regiones de España que más se benefició del
boom inmobiliario, lo que unido a la fuerza productiva de la región, siempre ha
sido la “locomotora económica” (expresión utilizada hasta la saciedad por la
propia Aguirre) hasta que la crisis ha hecho acto de presencia. Una de las
primeras consecuencias de esto fue que también esta región se convirtió en el
lugar elegido por los inmigrantes por las posibilidades de trabajo que ofrecía,
de manera que la burbuja siguió creciendo. En un momento determinado, a los
jóvenes madrileños (entre 16 y 27 años), les salía más rentable dejar los
estudios porque en el mercado laboral encontraban trabajos relacionados con la
construcción que, requiriendo poca cualificación, tenían una contraprestación
económica que, aún hoy en día, ni imaginan los licenciados, doctores, etc. En
aquel momento, el fracaso escolar se convirtió en un grave problema (con tasas
en zonas como el Corredor del Henares superiores al 25%) pero nada visible
porque había trabajo. Además, de forma paralela, empezó cierta ola de xenofobia
camuflada por parte de algunos sectores políticos que iniciaron su ‘cruzada’
contra la población extranjera (esto concluyó en las últimas elecciones donde
partidos de ultraderecha, por vez primera, consiguieron representación en
ayuntamientos importantes, quizá el más significativo haya sido Alcalá de
Henares).
Esta
corriente, la del españolismo, no comienza con la crisis, lo hace unos años
antes, con esos jóvenes que deciden que su formación es menos importante que su
capacidad económica. Los sectores del PP de Madrid más radicales lo utilizan
desde una perspectiva ideológica, en tanto que otros dentro del partido, ven un
buen vivero de votos para perpetuar en el poder a quien llegó a través de unos
de los episodios más sombríos y ruborizantes de la democracia y de la historia
de este país, el famoso y no investigado (ni siquiera por el PSOE, a saber por
qué) ‘tamayazo’, Esperanza Aguirre, siendo precisamente ella la que siempre
sale beneficiada, incluso en su lucha contra el hoy ministro de Justicia,
Alberto Ruiz Gallardón (aunque éste también dejó preparada, muy bien organizada
su venganza en la persona de Ana Botella).
Aguirre y Cospedal antes de las elecciones
de mayo de 2011, comprando en un
mercadillo en un municipio de Madrid
La
líder de los populares madrileños es un referente en la comunicación política,
en el uso de los medios a su antojo (aunque en ocasiones con acciones poco
edificantes y de esto pueden dar fe muchos periodistas y editores), con una
presión asfixiante aderezada con declaraciones que, cada cierto tiempo, buscan
su hueco en los medios nacionales, a veces con sólo unos calcetines tras los
sucesos en la India; sabe cómo llegar a su nicho de votantes con acciones en
ocasiones muy simples, sencillas, pero siempre efectivas. En tiempos de bonanza
esto funciona siempre; en tiempos de crisis, es verdad que la demagogia y el
populismo suma y ha elevado al poder a personajes oscuros en todo el planeta,
pero cuando se ha utilizado tanto y por todos los partidos, seguramente ahora
los ciudadanos reclamen claridad y verdad (basta recordar las primeras intervenciones
del nuevo Gobierno: no al engaño, diremos la verdad, las cosas claras, etc.).
Tal vez
la clave ahora son esos jóvenes, ya no tan jóvenes, que en su momento dejaron
los estudios y se convirtieron a finales de 2008 en los primeros en pasar a
formar parte de las listas del paro. Es un núcleo de población importante que,
en no mucho tiempo, se dará cuenta de que el cuento de rosas que unos y otros
políticos les contaron no casa con una realidad marcada por las carencias
económicas y, en la actualidad, sobre todo en el caso de Madrid, la población
inmigrante ya no está para “sacarles los puestos de trabajo” porque muchos han
decidido regresar a sus países (y más lo harán a lo largo de este 2012).
Todavía quedan años para las próximas elecciones
pero la clase política ha visto como esa parte de la ciudadanía, la de los
parados, descontentos y aquellos temerosos a perder su empleo, aumenta de
manera sobresaliente. Aunque sea con años por delante, las maquinarias de los
principales partidos se dirigen a ellos con la vista puesta en próximas
contiendas electorales. ¿Será Esperanza Aguirre capaz de atraer de nuevo a los
madrileños descontentos con las políticas de empleo ahora que ya no se puede
utilizar el argumento del mal hacer del Gobierno central de Zapatero?. Quizá la
pregunta sea la contraria: ¿Duda alguien de que Aguirre continúe arremetiendo
contra el Ejecutivo de Mariano Rajoy para tratar de asegurar sus objetivos
locales, capitalinos o nacionales?.
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