viernes, 11 de mayo de 2012

Situación límite

He de reconocer que hace unos meses, antes de que se celebraran las elecciones generales, era de los que pensaban que la situación en la calle no era tan grave como, desde algunos sectores, se nos trataba de vender. Sin duda, el motivo se hallaba en un cambio de color en el Gobierno y de las políticas que, según la esperanza de muchos ciudadanos, nos harían salir de esta crisis. 

Ahora, apenas cinco meses después de ello, se aprecia entre la ciudadanía una desazón a punto de convertirse en rebelión. Ya no basta con los artificios de palabras, las frases hechas o los signos incipientes de recuperación (llamados antes brotes verdes). El hastío, la indignación, la desesperanza se ha adueñado de una población, de un país, al que ya no se le convence con los logros deportivos, aunque lo parezca. 

En conversaciones con amigos, en charlas de cafetería, en comentarios de comunidad de vecinos, ante la pregunta de ¿cómo vas?, se ha pasado de "tirando, que ya es bastante" a un lacónico "mal, sobreviviendo como se puede". Cada vez es más habitual ver por las calles de las ciudades a personas hablando solas, deambulando sin ton ni son, cabizbajas... No es un tópico, es la cruda realidad a la que se enfrentan millones de españoles todos los días cuando se levantan por la mañana y se dan de bruces con la maltrecha economía, la suya, no la de los bancos o grandes empresas. 

Por este camino no vamos a ninguna parte. Las esperanzas que el cambio de Gobierno, que la llegada de Rajoy significaban para mucha gente, se han ido al traste en poco más de cinco meses. Las acciones que hasta ahora se han llevado a cabo por parte de la clase política no han comenzado a dar sus frutos, y según los expertos, todavía tardarán, si es que de ellas se desprende algo positivo. Las consecuencias las pagan las clases medias, esas economías domésticas cada vez más endeudadas y al borde la bancarrota. Para ellas no hay nacionalizaciones o rescates que valgan. Nos vendieron recetas mágicas, unos y otros, y resulta que al final el mayor esfuerzo lo tienen que hacer siempre los mismos. 

La sociedad española está al borde de la desesperación. Si la gota rebosa, entonces el problema lo tendrán los políticos. ¿Cuánto queda para que esto suceda?

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