miércoles, 16 de mayo de 2012

La ciudad de las sillas de ruedas

No se comenta otra cosa desde hace meses, aunque siempre en voz baja y en petit comite porque en provincias hay determinados comentarios que únicamente siguen la regla del 'qué dirán'. A medida que pasa el tiempo se observa en las calles mayor número de ancianos a quienes la edad les obliga a ir en silla de ruedas por sus dificultades de movilidad. Incluso se dice que proliferan como si de una nueva tribu urbana se tratara. Hasta hace bien poco, estos particulares vehículos eran contados y siempre circulaban empujados por personas procedentes, sobre todo, de latinoamerica. Esos inmigrantes de los que algunos no se cansan de repetir que vienen a robar el trabajo a los españoles, en realidad, se han encargado de hurtar el cariño de hijos, sobrinos y nietos patrios para ofrecérselo, con acento caribeño, a los abuelos. En muchos casos, ha sido a lo único a lo que se han agarrado para vivir sus últimos años.

Ahora la cosa ha cambiado. Las sillas de ruedas se han abierto paso entre la muchedumbre que cada mañana o tarde camina, pasea o simplemente deambula por el centro peatonalizado de una ciudad que siempre ha gozado de vida y ajetreo. Es otra de las derivas de esta crisis económica. Muchas familias se han visto en la obligación de 'recuperar' a sus mayores de las residencias en las que se hallaban y a los que iban a visitar una vez a la semana, o al mes, porque el trabajo no permitía más, para poder sobrevivir. 

El mercado laboral ya no existe para millones de personas y las míseras pensiones de los abuelos y abuelas se han convertido en el sustento de cuatro o cinco personas. Es la maldita crisis, con sus primas de riesgo, mercados, bolsas que nada saben de lo que ocurre en el interior de cada hogar. 

Seguramente hay quien piense, no descarto alguna primera página en esos periódicos del régimen, que es ésta una consecuencia positiva de todo lo malo que ocurre. Las familias vuelven a ser el centro de operaciones, con el abuelo o abuela a la cabeza. Nada más lejos de la realidad. Las condiciones de vida de muchos españoles han provocado que las sillas de ruedas se hayan convertido, ya sin acento inmigrante, en el raquítico sostén económico de decenas de miles de ciudadanos. 

Y esto, cada vez más, se comprueba y ve en urbes de toda la Península Ibérica. Eso sí, siempre sotto voce, por aquello del 'qué dirán'.

1 comentario:

  1. Hace unos meses leí en un libro de Roberto Constantini una párrafo donde decía que la tolerancia hacia los inmigrantes estaba basada en la necesidad de cuidadores para los ancianos y los niño, de prostitutas jóvenes y exóticas , de gente que recoja los campos, de no ser así...los crucificaríamos en los caminos como los antiguos romanos.

    ResponderEliminar