jueves, 31 de enero de 2013

De diputaciones, nepotismo y otras leyendas urbanas

Nunca antes, que yo recuerde, las diputaciones provinciales han copado tantas páginas o minutos en los medios de comunicación. Bueno, sí, cuando Rubalcaba habló, o mejor dicho, lanzó el globo sonda de su eliminación antes de las elecciones del 20N; en ese caso, sin embargo, era un coitus interruptus porque el resultado de los comicios se conocía meses antes de su celebración.

Ahora, con el caso del "cacique bueno" Baltar en Ourense y el desfile de los 'enchufados', de nuevo vuelve a ser noticia y enseguida surge la pregunta o preguntas: ¿Cumplen las diputaciones una labor eficiente? ¿Son realmente necesarias? ¿Sólo en la del reino ‘baltariano’ ha habido nepotismo? Como en el caso de los Mandamientos, estas y otras cuestiones que pululan en las cabezas de muchos ciudadanos se encierran en dos: "Seguirás las órdenes del cacique sobre todas las cosas y a su bolsillo como si fuera el tuyo"

Seguramente muchos de los que ahora mismo leen este artículo están empezando a pensar en conocidos que trabajan en alguna diputación. Lo cierto es que a lo largo de nuestra historia, esta institución se ha ganado a pulso ser centro de operaciones del político de turno y, por ende, de su partido. 
 
Si echamos la vista atrás enseguida nos viene a la cabeza (háganlo y verán como es así) 'fulanito de tal', ¡Sí hombre, ese que se quedó en el puesto de su difunto padre! o la mujer de 'pascual', ¿aquella que no sabía hacer la 'o' con un canuto y que ahora tiene un cargo en la diputación? ¡Claro, ya me lo imaginaba...!

No seré yo el que me ponga aquí a tirar piedras contra los caciques buenos, ni mucho menos. Pero todo lo que sucede debería invitar a la reflexión de la verdadera utilidad de las diputaciones provinciales. Su conversión en reinos de taifas en los que el control y los puestos de representación en algunos casos han ido a parar a personas sin preparación (desde todos los puntos de vista, no sólo académico), las han convertido en juguetes cuya única finalidad es el aplauso al político de turno (al principio el menos, llamémosle, avispado, pero que tras años en el cargo, porque esto siempre se repite, con un poder sorprendente dentro y fuera de su propio partido).

Ahora que tanto se habla de regeneración, tal vez sea el momento de proceder a un análisis de su utilidad. No hay que olvidar que su aparición coincidió con la Constitución de Cádiz de 1812, y aunque las diputaciones han sufrido cambios con el paso del tiempo, lo cierto es que su funcionamiento, en ocasiones, parece propio de aquella época. 

Muchos dirán: Sí pero ¿qué ocurriría entonces con los servicios que las diputaciones desarrollan en los pueblos? Simplemente que esas tareas serían asumidas por la Comunidad Autónoma de turno. Ya pero no es lo mismo, se perdería el trato cercano, la ¿rapidez?... Ese es uno de los grandes problemas de este país. En medio de la mayor crisis económica de la historia se confunde la cercanía con la efectividad de un servicio que, en muchos lugares, ahora mismo es de todo menos eficiente. A modo de ejemplo, en Madrid hasta 1983 hubo diputación provincial pero la llegada de la autonomía supuso su desaparición y la asunción de sus competencias y funciones por parte de la administración regional ¡y en Madrid también hay pueblos, y muchos!

Es simplemente una reflexión. Por cierto, lo que comentaba antes en relación con fulanito de tal o la mujer de 'pascual' era sólo una ocurrencia, nada que ver con la realidad. Algo así como… una leyenda urbana. Pues eso.

* Artículo publicado en www.pontevedraviva.com

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