lunes, 28 de enero de 2013

¿Algo que celebrar?

Acabamos de celebrar, por decirlo de alguna manera, nuestro día, el del periodista. Lo cierto es que no hay demasiadas cosas que conmemorar. Esta profesión está en sus momentos más bajos desde todos los puntos de vista: empleo, precariedad salarial, libertad de expresión, manipulación... Sin duda en otros lugares del planeta las cosas para este sector se encuentran en un estado de melancolía todavía más acentuado pero creo que no funciona en esta ocasión, o no es aplicable, el refranero popular. 

En nuestro país la prensa (permitidme que me refiera así a partir de ahora) contribuyó de manera decisiva a dejar atrás un régimen dictatorial de cuatro décadas; ayudó a despertar el espíritu de la democracia en las mentes de una sociedad adormecida ideológicamente pero ávida de cambios. Ese papel protagonista, sin embargo, juega ahora en contra de las nuevas generaciones de periodistas que nos dedicamos, o intentamos hacerlo, a esto. Creo que es el momento de pasar página porque el pasado ha actuado de rodillo con los jóvenes que hoy buscan un hueco en un sector tan complicado.

Aún hoy escucho en la radio, veo en la televisión, leo en los periódicos a los profesionales que hace treinta y tantos años lanzaban sus mensajes certeros acerca de la necesidad del cambio social que reclamaban los españoles. Ellos, algunos de ellos, han sido y son los maestros en los que nos hemos fijado y deberíamos seguir haciéndolo en el futuro. No obstante, considero que también ha llegado el momento de otros profesionales, de periodistas que, del mismo modo, tienen muchas cosas que decir y además lo hacen muy bien. 

No soy partidario de medidas como las llevadas a cabo en algunos grandes medios, intentando apartar de las redacciones a históricos del periodismo "por su edad". Gran error. En realidad no son ellos quienes sobran; los que sobran son aquellos que continúan viviendo muy bien y sin aportar nada nuevo desde hace años (si es que alguna vez lo han hecho, más allá de sus implicaciones políticas). Permanecen en un estado de parsimonia informativa anclada en el pasado y encuentran su nicho, muy provechoso económicamente hablando, en tertulias y foros de opinión, disfrutando de un estatus ganado con los años pero venido a menos; precisamente a estos profesionales les viene como anillo al dedo la situación de desazón social y política actual puesto que es el mejor caldo de cultivo para "recordar viejos tiempos" en los que éste sí era el Cuarto Poder. 

Llegado a este punto, en pleno siglo XXI, tal vez sea el momento de la regeneración del periodismo, no entendiendo esto, insisto, como un tema de edad, ni mucho menos, sino como una vuelta a la tortilla del modelo. Al margen de gestiones espeluznantes que han echado por tierra (o casi) proyectos sólidos, es el momento de mirar el futuro apoyándonos en las nuevas tecnologías, en internet. Sin embargo, el primer cambio lo tenemos que propiciar nosotros. Es perentorio recuperar la esencia de esta profesión dejando de hacer información para periodistas; nuestro objetivo tiene que ser un periodismo que pone el acento en la sociedad, en la ciudadanía.

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