No seré yo el que adopte el papel de abogado del diablo a la hora
de opinar sobre la clase política. Sin embargo, a tenor
de todo lo que está aconteciendo, creo que es justo poner un cierto límite por
varias razones. La principal tiene que ver con la supervivencia del propio
sistema. Llámenme caduco si así lo desean, pero no soy partidario de una
anarquía, o de los que creen que la clase política es un mal necesario de
la democracia; antes al contrario, es una parte muy importante para su
consolidación, mantenimiento y protección.
Esto no quiere decir que no sea lícita la crítica
dirigida a los representantes públicos, es más, la considero absolutamente necesaria para
que la ciudadanía pueda ejercer una fiscalización, llamémosla social, a la que
se debería unir la judicial, conformando un binomio prioritario para el
sistema. Para ello los medios de comunicación, y los periodistas en particular,
juegan un papel protagonista, ahogado por desgracia en los últimos años, pero
con una luz al final del túnel: internet.
Sin desviarme del tema inicial, que además da título a este post, me pregunto ¿la corrupción es sólo cosa de políticos o es inherente a la especie humana ibérica?
Cuando el actual Gobierno habló por vez primera (marzo de 2012) de la Ley de Transparencia, en este blog mencioné el Lazarillo de Tormes que amplié con una segunda parte dos meses más tarde. Entonces me centré en los políticos. Hoy, con todo lo que está cayendo, quizás habría que plantear el asunto desde la perspectiva del ciudadano español en general.
Que éste es un país de pícaros es algo que nadie puede
poner en duda, pero ¿llevamos la corrupción en la sangre, en el carácter? Mi
respuesta es afirmativa y para ello simplemente basta recurrir a algunos
ejemplos.
Cuando criticamos a los políticos es, en muchas ocasiones, porque se sirven de un cargo en su propio beneficio pero no nos percatamos de que en nuestra vida diaria, en cierta medida, también actuamos de manera reprobable.
Cuando criticamos a los políticos es, en muchas ocasiones, porque se sirven de un cargo en su propio beneficio pero no nos percatamos de que en nuestra vida diaria, en cierta medida, también actuamos de manera reprobable.
Lo hacemos cuando vamos al médico y buscamos a algún
conocido que nos 'cuele' para evitar la espera, cuando alguien nos comenta que
en su trabajo está bien visto pagar un 'dinerillo' o hacer un regalo al
encargado de turno de la ventanilla X para que acelere tal o cual trámite,
cuando los operarios de cualquier administración local o de una diputación
provincial se las arreglan para sacarse, en su horario de trabajo, un
sobresueldo (que "no es para ser millonario" se encargan enseguida de
justificar). Quién no tiene un sobrino policía o un primo de un conocido que
nos hace un apañito para renovar el DNI porque lo necesitamos y está caducado;
por no hablar de los enchufes para acceder a un empleo en un medio de
comunicación (¡¿eh, colegas?¡)...
Son ejemplos que se dan a diario y que
todos conocemos o de los que hemos oído hablar. Visto lo visto, la conclusión
es que, dentro de las posibilidades de cada uno y en su ámbito de actuación
(privada, pública o personal), la población española es, a un determinado
nivel, corrupta, lo que también explicaría que presidentes autonómicos,
alcaldes, etc, tras ser imputados, procesados e, incluso, condenados por
delitos relacionados con el cargo para el que han sido elegidos, repiten
gracias al beneplácito del pueblo en forma de respaldo en las urnas.
La solución a todo esto sería un análisis
médico-científico de nuestra idiosincrasia para poder determinar el origen (al
estilo Freud) y, lo más importante, los posibles remedios. No obstante, los
recortes se han cebado también con la investigación, así que no nos queda otra
que aguantar y esperar a que vengan tiempos mejores. Es una pena que en los
centros mundiales donde se juegan los dineros no tengamos un primo o un conocido
porque, de ser así, nuestro país, gracias a una serie de gestiones un tanto
confusas que desarrollamos con maestría por mor de ese ¿gen, facultad, don? saldría antes de la crisis, lo que a su vez significaría la
llegada de dinero y, por lo tanto, el impulso de la investigación con la
que podríamos determinar la génesis de esa peculiaridad típicamente
ibérica. En ese momento se iniciaría el fin de la corrupción en España.
Volveré en otra ocasión sobre la clase política (seguramente mañana o dentro de un rato), de
la que solemos generalizar las malas conductas pero no las buenas. Nunca es
bueno pluralizar, tampoco en relación con este asunto. Por el momento, yo
duermo con la conciencia tranquila pero si mañana me encuentro un sobre en un
bar con 24.000 euros... no sé, no sé.
*Publicado en www.pontevedraviva.com
*Publicado en www.pontevedraviva.com
Estimado Vicente en relación con tu post de hoy quisiera, en primer lugar decirte que absolutamente de acuerdo en todo, es obvio hablamos de naturaleza humana y no particular de una profesión u ocupación cuando tratamos el asunto de la corrupción,favoritismo etc. En definitiva estamos hablando del Ego simple y llanamente el cual es el primer y más importante "atributo" del género humano. Quisiera aportar a tu estupendo blog lo siguiente; independientemente de que mi opinión personal se resumiría con el dicho "Dios los cria y ellos se juntan". Lo que quiere decir que el ser humano basicamente egoista, edonista, y particularmente activo en la auto promoción y escalada a las más altas cumbres del medraje sé verá atraido a la política para cumplir sus fines personales. Propongo el sistema de puntos para corregir tanta corrupción. Es sabido de todos que después de la implantación de dicho sistema por la Jefatura de tráfico el éxito ha sido considerable, es decir estamos hablando del castigo, como único sistema que funciona realmente. Por lo tanto y para terminar propongo una recogida de firmas para llevar al congreso la siguiente propuesta: La creación de un juzgado independiente y exclusivo de cualquier estructura judicial y política, que se ocupe en la instrucción y juicio posterior de estos..... señores....
ResponderEliminar