domingo, 20 de enero de 2013

El ego de los políticos


Da igual lanzar mensajes para los palmeros; no tiene importancia si quien aplaude las palabras del líder va a apoyar las proclamas aunque les insultaran implícita o explícitamente. Carece de relevancia que se hagan anuncios ante una bancada entregada, si muchos de ellos han acudido al acto en cuestión por propio interés, por un bocadillo o para pasar un día 'por ahí'. En esto caen constantemente los partidos políticos, grandes y pequeños, pero en este juego se llevan la palma PP y PSOE. 

En las últimas horas, a propósito de cuentas 'b' y de las revelaciones acerca de sobresueldos, el presidente popular, Mariano Rajoy, y su secretaria general, María Dolores Cospedal, han aprovechado dos actos para buscar el aplauso fácil (ante los suyos en Almería y Lugo, respectivamente) y el minuto televisivo adelantando lo que van a hacer en el seno de su partido. Lo deseable sería ofrecer testimonios y explicaciones fehacientes y reales, es decir, lo lógico en un país democrático. La pregunta es: ¿las dirigen, esas aclaraciones, a los 'suyos' o al conjunto de la ciudadanía?

 

"Vamos a revisar la gestión, de ahora y de hace tiempo, para enseñársela a todos los españoles con las manos limpias y demostrar que la inmensísima mayoría de los cargos y militantes del PP son honrados” (M. Dolores Cospedal)


El porqué de toda esta especie de 'tormenta perfecta', si responde a una guerra interna entre bandos, o un chantaje de unos frente a otros (creo que hay un poco de todo), se irá desvelando en próximas semanas. Lo que interesa ahora es el "si hay una conducta impropia no me temblará la mano", de Rajoy, y especialmente la afirmación de Cospedal ("revisaremos las cuentas... de nuevo"). Una vez más los políticos se pierden en su propia vanidad, en un ego tan grande que les hace creerse por encima del bien y del mal. 

Los encargados de gestionar la 'res publica' de este país se han ganado a pulso su descrédito y, más allá de no acertar con la propuesta de soluciones ante esta crisis económico-ideológica que ahoga al conjunto del Estado, han priorizado una gestión que únicamente contenta (que no es lo mismo que convencer) a sus acólitos, es decir, a ellos mismos. Yo me imagino la reunión posterior a la rueda de prensa de Soraya Sáenz de Santamaría relacionada con la vivienda social, con un alarde de sentimentalismo que, por exagerado, nadie se cree. Ahí, entre bambalinas, tras la declaración... "vaya Soraya, te has salido" "sí, pero creo que he sobreactuado un poco" "naturalmente, para un Óscar no has estado...". Esta burda recreación es solo una paranoia fruto de la desconfianza que despierta la clase política. 

Ese es el problema de los representantes públicos de este país. Trabajan, maquinan, hablan, discuten para sí mismos, de espaldas al pueblo. Regresando al anuncio de Cospedal y la "revisión" de las cuentas del PP. ¿Cómo realizarán esa refiscalización? ¿con una comisión de investigación? ¿con una reunión ante la máquina del café? ¿con una auditoria independiente elaborada por una firma amiga, al estilo de las agencias de calificación? Y este es el quid de la cuestión. Si lo que quieren es explicar sus cuentas al estilo de lo realizado en el Ayuntamiento de la capital en relación con los sucesos del Madrid-Arena, o la pantomina de la comisión de la Junta de Andalucía con el caso de los EREs, por citar únicamente dos supuestos, entonces es mejor que se reúnan en una bolera y entre tirada y tirada, decidan no ya las medidas a adoptar, sino lo que le van a contar a 'los suyos'.

En realidad, el ciudadano de a pie quiere que se asuman las responsabilidades políticas, civiles y penales si se diera el caso. Para ello, la solución pasa por democratizar internamente el funcionamiento de todos los partidos a través de su sometimiento a una normativa que les exija limpieza en su seno. Si ocurriera (verán como durante unos días volverá a hablarse y mucho de esto pero el tiempo engullirá las 'intenciones' iniciales de todos los líderes), ese 'ego político' no descendería de la nube en la que se encuentra desde hace mucho tiempo, superior al conjunto de la ciudadanía. Eso sí, habría una diferencia sustancial: no estaría por encima de la Justicia, a la que se tendría que someter si es, por ejemplo, su bolsillo la primera de sus preocupaciones.
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