martes, 12 de marzo de 2013

Habemus Papam, sólo un sueño

Muchos han sentido durante estos días los nervios propios de un aficionado de fútbol horas antes de que el equipo de sus amores se juegue el título más importante. No pretendo frivolizar, sino simplemente ponerme en la piel de esos miles de creyentes que se han congregado en la plaza de San Pedro esperando el humo blanco asomando por la chimenea de rigor. Dicen los expertos en la materia, que en esto también hay o si no se convierten en ello con un manual práctico y rápido impartido por el cura del pueblo, que la decisión ha estado reñida puesto que las dos facciones, con sus subfacciones, han mantenido a lo largo de estas jornadas una intensa negociación. 

El humo blanco, como marcan los anquilosados cánones vaticanos, adelantaba ayer la noticia de que los católicos del mundo tienen a su nuevo obispo de Roma.

Curiosa la primera decisión del elegido. En primer lugar, quizás respondiendo a su edad, el nuevo máximo responsable del Vaticano (quien con 45 años se convierte en el más joven en siglos), lo primero que ha hecho ha sido, respetando el trámite de la 'fumata', anunciar que es el nuevo Papa a través de las redes sociales, en varios idiomas y con un estilo muy aséptico pero revelador: "La decisión se ha tomado. La Iglesia recuperará su esencia milenaria. Los pobres serán atendidos y los poderosos volverán al redil". Su nick @pontifex2, sigue la nueva y efímera tradición iniciada por su predecesor.

Las crónicas vaticanas adelantan que la decisión no ha sido nada sencilla. Ha habido mucha tensión pero después de una semana de votaciones y discusiones, finalmente hay un elegido. A pesar de que se había prohibido la utilización de dispositivos que pudieran informar de lo que acontecía durante el cónclave, con la instalación de inhibidores, lo cierto es que la tecnología es más potente y para muestra el botón del tuit enviado por el nuevo responsable de la curia.

Los elementos más conservadores, encabezados por el Opus Dei o el Camino Neocatecumenal, no han ocultado su malestar por el resultado final de la elección y, en un gesto poco cristiano, sus representantes han abandonado el Vaticano nada más conocerse. Y es que el nuevo responsable de la Iglesia Católica rompe la vieja tradición romana puesto que se ha mostrado siempre partidario de una apertura sin precedentes y más próxima a la génesis primera de la institución. 

De él esperan mucho los desheredados de la sociedad, aquellos que con esta Iglesia poco o nada tenían que hacer y poco o nada podían esperar de ella. A pesar de su edad se ha bregado en una y mil batallas, en ocasiones casi de forma literal, sobre todo en África y Latinoamérica. Ha estudiado y se ha servido de las nuevas tecnologías para su 'misión'. En definitiva, como dicen sus seguidores, ha hecho algo tan sencillo como estar cerca de los más necesitados (entendiendo el término de manera amplia, muy extensa), pero sin olvidar sus orígenes de barrio obrero de ciudad grande. Su nacionalidad es lo de menos, porque asegura ser "ciudadano del mundo", una afirmación que ha servido a detractores y defensores para apodarle como "el púrpura rojo". 

Sabe que lo tiene difícil, muy complicado; vencer la costumbre del Vaticano es un fin casi imposible. Regresar a la esencia inaugural implantada por Jesús es el objetivo de todos, poderosos y pobres. Pero tratar de hacerlo desde la ortodoxia de aquellos inicios, desde los principios de dar de comer al hambriento, de curar al enfermo...

Algo ha ganado ya y es que, nada más conocerse su nombramiento, en ciudades de todo el mundo gentes de toda condición han salido a las calles. En esas celebraciones espontáneas a lo largo y ancho del planeta los medios de comunicación han subrayado la presencia de muchos jóvenes. Es evidente que otros medios de ideología más conservadora no han aplaudido el resultado final. Sin embargo también un comentario se ha repetido entre quienes han mostrado su satisfacción "¿Cuánto podrá aguantar?" "¿Tendrá un final trágico?".

Entonces sonó el ruido infernal. Las 06.00 de la mañana. Hora de levantarse. El sueño de alguien que lleva muchos años alejado de su familia por el mero hecho de ayudar a los demás se esfuma con el ruido del despertador. Sólo era un sueño; un anhelo que se debe quedar ahí, en el subconsciente porque hablar de él es... complicado. Aquí, en una aldea perdida de Uganda, el Vaticano queda demasiado lejos y me temo que el elegido no buscará acercarse.

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