Dejando a un lado las polémicas relacionadas con decisiones
políticas que afectan o afectarán a la pequeña Paula, es casi obligatorio retomar la
vorágine que representa para los padres y madres esta época del
año. Cuando la mamá, porque son ellas las que en este sentido están
más concienciadas, decide un
mes antes empezar a trabajar con Paula la Carta
de los Reyes Magos y las peticiones a Papa Noel,
lo hacen con la certeza por mi parte de que el asunto estará liquidado antes de
emprender viaje desde las tierras del interior a la esquina noroeste,
es decir, Galicia, para
pasar unos días de familia ampliada.
Antes de partir, la misiva real está más que preparada, incluso hablada,
comentada y cerrada con las familias materna y paterna para que no haya
malentendidos al respecto. El peligro, que uno aprende cuando le sucede, es
dejar que sea la pequeña Paula la que hable con los abuelos para, entre los tres, decidir qué va a pedir en
aquellas tierras lejanas en las que el verbo consentir adquiere tintes casi
dramáticos... para los padres. Porque los abuelos, con aquello de que ven poco
a la niña, caen en una especie de dinámica consentidora que,
en mi caso, creo que tiene que ver también con la revancha de haberles dejado a
su cuidado a mi perra Inca, un bóxer de
unos cuantos kilos de peso, cuando decidí dejar mi casa hace más de
tres lustros para dirigirme a las tierras del interior. De aquella aún se podía
emancipar uno a los veintipocos. Ahora
es una quimera.
Así que, con todo atado y bien atado, como diría el político, llegó la
noche del gordo vestido de rojo. Una muñeca, unos títeres, un
cuento, un juego... y ¡un periquito! Vamos a ver, vamos a
ver... muñeca, títeres, cuento, juego y... sí, es verdad, se confirma ¡UN
PERIQUITO! Mi cara debió convertirse en un poema, al igual que la de mi mujer,
y lo percibí en la de mis padres que aunque tenían una sonrisilla del estilo "donde
las dan las toman y yo a mi nieta le regalo (quiero decir pido al
gordo de rojo) lo que me da la gana", denotaban cierta
preocupación por mi expresión. ¡Un periquito! mejor dicho periquita, bautizada al instante por Paula (ya le gustaría a Rouco esta celeridad evangelizadora) como 'Princesa', con
jaula y todo.
Vamos a ver. He sido y seré siempre amante de los animales. Pero una boca
más (porque estos pájaros son muy delicados dicen los expertos... de los foros
de internet) en esta situación...
En breve, regresaremos a
las tierras del interior con la periqu...
quiero decir, con Princesa. Mi hija, ilusionadísima con
su nueva amiga, también es consciente de que lo del pájaro no me ha
hecho mucha gracia. Desde que ha llegado a nuestras vidas por obra y gracia del gordo
vestido de rojo con los abuelos de intermediarios, no para de repetir
a todo el mundo "¿Sabes que mi papá dice que quiere que Princesa
se muera antes de que volvamos a casa?". Veamos, eh... no es que
yo busque o propicie el final abrupto de un animalito de
dios ¡por favor! El comentario, que estoy seguro de que no fue pronunciado de
esta manera, no es más que eso, un comentario. Además, Paula se lo toma a risa porque cuando lo
cuenta lo hace de manera descreída ¡Mi hija sabe que soy incapaz de
hacer daño a nada, y mucho menos a un animal!
Ya iré hablando de la adaptación, que es complicada. No me refiero la de
nosotros a ella, sino ¡la de Princesa a nosotros! Es que hay
que...
Lo mejor de todo es que, a pesar de que el regalo ha sido para Paula, mi mujer no ha podido evitar aquello
de "... pero tú no has hablado con tus padres para que le pidieran
a Papa Noel algo más...
más..." Y es lícita su reacción porque si llegan a ser los
suyos... Así que ahora mismo, tengo asumido ya que Princesa, la periquita, es más cosa mía que de nadie porque
han sido mis progenitores, bien por consentir a su nieta pequeña, bien por
venganza contra su hijo, quienes han pedido al gordo vestido de rojo este
presente.
Seguiré contando la evolución del nuevo miembro de la familia. Hoy pasearé
un poco por las calles de Pontevedra.
Me he enterado de que Rajoy está
por aquí creo que hasta Reyes (¡Extensas vacaciones del presi... pero merecidas, desde luego!)
e intentaré hablar con él. Lo tenía ya previsto en plan periodista,
ya sabéis "¿Señor presidente puedo hacerle unas preguntas?".
Ahora esto queda en un segundo plano y las cuestiones serán más personales y se
centrarán en la periquita. Tal vez
es una buena medida para incentivar según qué parámetros económicos el
considerar en la declaración de la Renta a los animales domésticos como
miembros de la unidad familiar ¡con su correspondiente desgravación
claro!
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