lunes, 16 de diciembre de 2013

Pregunta no pactada: "Papá, ¿qué es la misa?" Todos somos periodistas... al principio

- Papá, por qué te pones así. ¿Estás enfadado?
- No hija es que a veces veo y escucho cosas que... me ponen de los nervios.
- Ya papá, pero esa boca...
- Tienes razón. Perdona.

Mi reacción no era injustificada, sino desproporcionada, sobre todo en presencia de la pequeña Paula. Si bien en otras ocasiones esos arrebatos irracionales han sido contestados con la racionalidad de una niña de 4 años, esta vez, y sin que sirva de precedente, considero que tenía razón con mi enfado aunque, lo reconozco, no con las palabras y gestos utilizados para mostrarlo.

El motivo tiene que ver con mi profesión, la de periodista, y las maneras de las que se sirve el presidente del Gobierno de este país para, de una manera u otra, desvirtuarla. Si he de ser justo, no solo él, mi paisano, ha sido el encargado de echar por tierra un trabajo, el de los medios de comunicación, que en otras naciones goza de un prestigio ganado a pulso. Aquí, sin embargo, desde alcaldes, hasta concejales, pasando por empresarios o diputados de Diputación y sindicalistas, sin olvidar a directores, editores y nosotros mismos, los periodistas, hemos puesto nuestro granito de arena para tirarla a la basura, en especial en los últimos años.

Mariano Rajoy, como en relación con muchos otros aspectos, ha dado un golpe de mano al romper una tradición (y mira que dicen por ahí que lo de la tradición va con su partido) que se remonta a la última década como mínimo. Me refiero a la práctica de establecer turnos de pregunta entre los periodistas que acuden a sus comparecencias con mandatarios extranjeros. Desde ahora, hasta la rectificación oportuna (insisto en que un ministerio de Rectificación y Marcha Atrás no estaría de más), será la secretaría de Comunicación, es decir, prensa de Moncloa, la que se encargue de dar el beneplácito a los profesionales de los medios.

Vamos a ver. Es el presidente y hace lo que quiere, que para eso cuenta "con la mayoría absoluta que... bla, bla, bla". Pero la imagen que vuelve a dar es, simplemente, penosa. Uno puede concluir que se acaba con esa 'tradición' mantenida con Aznar y Zapatero por tres posibles razones:
- Porque el presidente del Gobierno de España tiene verdadero pavor a lo que los periodistas puedan preguntarle.
- Porque las respuestas que pueda ofrecer ante según qué cuestiones podrían poner en entredicho su credibilidad. Todavía le persigue aquello de "es todo mentira, salvo algunas cosas".
- Porque su credibilidad está en unos niveles tan bajos que su 'equipo de comunicación' ha diseñado una campaña a su medida para mejorarla y que se basa en un solo argumento: que me pregunten mis 'amigos' previo pacto de la cuestión a plantear

En cualquiera de los tres casos la imagen del presidente queda en muy mal lugar. 

A mi hija, como sucede con todos los padres más allá de ideologías, trato de inculcarle una serie de valores y principios, además de centrarme en que no se dedique a esto del periodismo. Entre otras cosas, a lo mejor por la profesión de sus padres, le aconsejamos que nunca se quede con dudas, que pregunte siempre, tanto a nosotros, como en el cole, aunque me atrevo a asegurar que lo de resolver sus inquietudes con preguntas es fundamental para su desarrollo (lo leí en algún libro) futuro. 

A esta edad los niños cuestionan y se cuestionan todo. Esa es la gracia de la educación. Ahora trato de hacer un ejercicio de imaginación para observar al presidente del Gobierno con sus hijos ante una situación con preguntas complicadas. No creo, sinceramente, que las pacten. Tampoco que su esposa intervenga para preparar los cuestionarios. Sería... casi como una de esas ruedas de prensa a las que nos tiene acostumbrados su marido. 

El pasado domingo estando en el parque mi hija echó en falta a una de sus amigas. Le contesté que había ido a misa (está preparando la Primera Comunión que es como hacer una diplomatura con exámenes y todo). Su cara me anunció con antelación que su pequeña cabeza pergeñaba la pregunta: "Papá ¿qué es la misa?". Mi reacción fue rápida y sincera, sobre todo teniendo en cuenta que mis dotes pedagógicas a veces... "Verás hija, la misa es... es... Mira por ahí viene el papá de tu amiga. Él te lo explicará".

Reconozco que la salida fue al estilo Rajoy pero sin papel para leer la respuesta. Por eso, ante una medida como la adoptada por el departamento de Comunicación de Moncloa me pregunto qué harían sus asesores ante la duda de un niño de cuatro años. "Acudir al ABC de La Razón". Pues claro, cómo no. 

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