lunes, 23 de septiembre de 2013

Pocoyó ¡ya aburres! El final de una etapa

Las cosas, como la vida, se acaban. Terminan los días, los años, los ríos, También desaparecen los chuches (en Pontevedra lo decimos en masculino) en el bolsillo de un niño. Se agotan los gobiernos, también los representantes públicos -aunque algunos no es que se cansen, simplemente pasan a consejos de administración de grandes empresas-, las coaliciones, los bancos (a pesar de las ayudas estatales que salen de nuestros bolsillos). Se cierran las tiendas, desaparecen las esperanzas (excepto Aguirre que es sempiterna)... A lo largo de la existencia finalizan los papados e, incluso, los proyectos antes de iniciarse (no penséis en Eurovegas, que no está todo dicho, con o sin humo).

Las personas también observan como las diferentes etapas se clausuran con más o menos éxito, al tiempo que, por suerte o desgracia, se abren otras. Muchos os estaréis preguntando a qué viene esta especie de reflexión filosófica barata. No, no tiene nada qué ver con los políticos que deciden un día irse a impartir clases a una universidad americana como quien va a comprar al Mercadona un kilo de tomates (me pregunto yo qué tipo de hoja de servicios tienen en Linkedin algunos/as para que les salgan este tipo de ofertas. Sinceramente creo que también en redes de este tipo es preciso conocer al 'cacique bueno'). Tampoco se trata de un análisis acerca del final del guardiolismo y el principio del tatismo en el Barça; o de si Alonso es bueno o en realidad todo depende del coche ¿Fue antes el huevo o la gallina?

- Buenos días Paula. Qué tal has dormido.
- Bien papi. Bueno... no tan bien porque he soñado con brujas pero ¿las brujas no existen, verdad?
- Claro que no hija. Solo en los cuentos.
- Ya. Ya. Pero las que son de verdad ¿son todas malas?
- Hija, las brujas no existen. Son personajes de historias en las que casi siempre hacen de malas pero no las hay en la vida real. 
- Ah. Entonces ¿por qué sueño con ellas?
- En el cuento de ayer antes de dormir ¿había brujas?
- Sí.
- Pues por eso has soñado con ellas. Solo te has acordado mientras dormías de esos personajes. 
- Vale, vale. ¿Me pones dibujos?
- Sí. Qué quieres ver. Mira aquí ponen Pocoyó...
- No. Ese ya no me gusta. En otra está Doraemon...

Y este es el momento en que te das cuenta de que tu hija, que la semana pasada seguía entusiasmada las andanzas de ese muñeco vestido de azul y que tanto dinero ha dado a sus creadores, abre la puerta, a punto de cumplir cuatro años, a otra etapa de su vida. No es que yo sea un fan de Pocoyó. Incluso me atrevería a decir que me tiene un poco harto. A pesar de esto sí reconozco que, por lo menos, no hace cosas el bicho que sí se pueden ver en otras series avaladas por premios internacionales ¡otorgados por organismos que trabajan por la infancia y la educación!

En mis años pueriles los dibujos eran distintos, se promovían otros valores. Quién no recuerda D'artacán, Comando G, El coche fantástico o El gran héroe americano... y MacGyver, bueno este era un enterado pero siempre vencía a los malos sin gota de sangre. ¡Qué series. 

Paula se hace mayor y ya empiezo a preguntarme qué ocurrirá cuando cumpla 6, 8,11.. ¡15 años! y yo le deleite con mis gustos musicales como hacían sus abuelos conmigo y yo decía aquello de... "papá, por favor, que eso es de otra época"

Es lo que hay. Recuerdo que poco antes de que mi hija iniciara su andadura en este mundo, quizá llevado por la ilusión de padre primerizo, decidí comprarle la colección entera de "Érase una vez el hombre". Sin duda una de las mejores series de la historia de la humanidad. Esperé con mi colección de DVDs del 'tiñoso/canijo' o 'Pedro' hasta el instante en que Paula comenzó a mostrar interés por la caja tonta y los personajes de colores que aparecían en ella. Y llegó el momento. Debía tener dos años y medio la pequeña. La senté en el sofá y le dije: "mira hija, estos son unos dibujos que a papá y a mamá les encantaban cuando eran pequeños". Ella se mantuvo a la expectativa y empezó la música ¿os acordáis? "Érase... una vez... un planeta triste y oscuro... y la luz, al nacer, descubrió...". En efecto, yo como tú también la cantaba y eso fue lo que más gracia le hizo a Paula que aguantó 25 segundos antes de decir "papi, me pones a Pocoyó..." Así reaccionó y yo me quedé tan decepcionado como el que es del Madrid y su hijo, sin motivo aparente, se hace del Barça o lo que es peor ¡del Atleti!...

Menos mal que ahora Pocoyó y sus amigos Pato, Eli, Pajaroto, Pajarito, etc (sí, reconocedlo, los sabemos mejor que la alineación de La Roja) acaban de pasar al olvido, al cajón en el que se encierran otras cosas de esta primera etapa de todas las Paulas. 

Lo dicho, es lo que hay y a medida que pase el tiempo esas fases se irán consumiendo. Ahora espero una con ahínco, ilusión y esperanza: la que suponga el fin de los Cantajuegos.

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