lunes, 9 de septiembre de 2013

El final de las primeras vacaciones escolares: los chicles (2ª Parte)

El otro gran acontecimiento de estas vacaciones han sido... ¡Los chicles! Con ella habíamos llegado al acuerdo tácito de no recurrir a ellos hasta que cumpliera los 4 años pero... He de reconocer aquí mi error al dejarme llevar por la ilusión del viaje a la 'tierriña' y volver a ver a la familia. Al final me comprometí con Paula a que podría probar su primer chicle cuando, de camino a Galicia, hiciéramos un alto en el camino. ¡Qué gran idea la mía!
Normalmente, en un viaje en coche de más de tres horas, la pequeña tenía la sana costumbre, tanto para ella, como para nosotros, de echar una cabezadita de unas 2 horas que iniciaba nada más comenzar el viaje. Sin embargo, tras mi compromiso, Paula no hizo ni un intento de siesta en dos horas y media: ¿Papá cuándo paramos? ¿Papá, falta mucho para parar? ¿Papá, has traído los chicles?. 

Así que, sin siquiera esperar a que el coche entrara en reserva y aprovechar la parada para repostar, ir al servicio, tomar un café y fumar un cigarro (o un paquete) como suelen hacer los padres precavidos y pragmáticos, en esta ocasión la pausa viajera tenía otro objetivo: el primer chicle en la vida de Paula (y dejar de lado la repetitiva pregunta acerca de la próxima parada)

Como es lógico, de este evento también hay pruebas gráficas. Y como soy un padre moderno y el compromiso de la goma de mascar se prolongaba al período del descanso en un pueblo perdido de la Castilla profunda, en esos arrebatos propios de quien piensa más en las vacaciones que en otra cosa... decidí anunciarle a mi hija que en la próxima parada podría mascar de nuevo... El hombre es el animal que tropieza dos... Ya se sabe como termina. En este episodio de otra experiencia nueva en la vida de Paula solamente había una condición, como en el caso de los Gremlins y el no darle de comer más allá de medianoche: no tener chicle en el coche por si Morfeo hacía acto de presencia. Como unas vacaciones dan para mucho, también dieron para que un día Paula se quedara dormida en el coche con un chicle en la boca y... bueno, esta es otra historia en la que es mejor no entrar.

Sobra decir que durante las vacaciones, en la playa, en la piscina, en el campo, en la ciudad, antes y después de desayunar, comer, merendar o cenar, Paula pedía su chicle y como solo obtenía como respuesta una negativa... aparecía el monstruo que yo había creado; eso sí, el mejor monstruo del mundo, que para eso es mi hija.

En definitiva, casi dos meses y medio de asueto escolar dan para mucho pero creo que estos dos ejemplos sirven para ilustrar bien este nuevo período en su vida y en las nuestras. Son solo dos supuestos reales con los que, además, muchos padres se sentirán identificados, aunque sus pequeños no tendrá el arte, la magia, la clase de Paula a la hora de montar en los cachivaches, llorar cuando se le dice que ha sido suficiente, mascar chicle, llorar cuando no se le permite, cantar como los ángeles, llorar cuando se le explica que es mejor que le den billetes a monedas de color cobre...

La conclusión es que el 'asilvestramiento' es uno de los estados a los que llegan los niños cuando llega septiembre y han disfrutado de sus primeras vacaciones escolares. Faltan solo unos días para que arranque de nuevo el 'cole'. Y no seré yo de los que digan que es demasiado largo el asueto, ni mucho menos, pero ¿por qué no se retoman las clases el primer día laborable de septiembre? Y que conste que solo lo digo como aportación, por aquello de hacer cuadrar el curso con los meses naturales, nada más.

No hay comentarios:

Publicar un comentario