miércoles, 22 de enero de 2014

La independencia: de Mas a mi hija, pasando por el Burger King


No, no voy a caer en meterme en eso de la política con mayúsculas, que dirían algunos, y que para mí, visto lo visto, no es más que en minúsculas y siendo generoso. Es verdad que existe cierta relación entre uno de los asuntos que más preocupan a los gestores de la 'cosa pública' española y los pensamientos que se le pasan por la cabeza a mi hija de cuatro años

Estos días, semanas, meses, se ha hablado y mucho de Cataluña. Hay quien distingue entre soberanía e independencia, no faltan aquellos que meten todo en el mismo saco e, incluso, periodistas que, desde su posición 'dominante' de generadores de ¿opinión? hacen auténticos tratados histórico-políticos en los que el plagio sonrojaría hasta a los políticos que, en otros países claro, se han visto obligados a dimitir por incluir en sus tesis doctorales 'cuatro frases copiadas'. La independencia, la autodeterminación o la soberanía son asuntos que, desde mi humilde punto de vista, quedaron mal planteados en aquella, hasta hace bien poco, 'modélica' Transición, que no aparece en mis recuerdos puesto que contaba más o menos con los años que ahora mismo tiene la pequeña Paula. 

Al final todo se reduce a dos bandos que, si observamos detenidamente los elementos que componen sus argumentaciones, tienen un común denominador: intereses electoralistas

Es evidente que mi hija ese tipo de objetivos no tiene. Un dato a tener en cuenta. Su madre y yo, a esa tarea de educar en la que hemos incluido la influencia en nuestra pequeña para que en el futuro no se dedique al periodismo (somos modernos pero no queremos que nuestra hija se muera de hambre física y psíquica, una afirmación que comprenderán, sobre todo, los y las colegas de profesión), debemos incorporar otra meta: dejar de lado ideas para cambiar el mundo desde la política, siempre y cuando esta -la política- recupere ciertos valores y principios

Paula todavía no tiene edad para pensar en sus días de independencia. Pero empieza a vislumbrar deseos en ese sentido. El otro día, en una de esas conversaciones 'serias' que mantienen madre e hija y que los padres en contadas ocasiones logramos, hizo su primer comentario en este sentido:

- ¿Sabes mamá? 
- Qué hija
- Estoy deseando ser mayor y tener mi dinero.
- ¿Por qué?
- Pues porque así podré ir a comer como mi amiga Leire al Burger King todos los días, podremos salir al cine y echarnos maquillaje sin que nos digáis nada las mamás. 

Es un primer arrebato infantil que apunta a una emancipación temprana, que podría decir un especialista en la materia. Es verdad que es solo una de esas frases que sueltan los pequeños y que, tras una sonrisa, nos lleva a pensar: "vaya, ¡pero qué lista es mi hija". A continuación, meditamos en primer lugar sobre la importancia que el dinero adquiere desde edades tempranas, algo desde luego nada bueno. Tras esto, empezamos a echar cuentas y nos quedamos más tranquilos porque si en época de vacas gordas los hijos dejaban el hogar familiar a los treintaytantos, y si lo del empleo se arreglará como pronto en 2025, Paula habrá dejado nuestra casa allá por el 2050. Es decir, disponemos de tiempo para pensar sobre esa nueva etapa.

Y aunque parezca que no, al final, esas ansias de independencia de algunos sí tienen que ver con la reflexión de Paula. Es cierto que los Mas, Rajoy, Rubalcaba, Junquera, Beiras, Urkullu, Sánchez Gordillo y compañía, cuando hablan de independencia a favor o en contra, además de por cuestiones electorales, lo hacen pensando en el vil metal, el dinero, la financiación

Lo del maquillaje, no lo veo. Pero ojo porque si Obama, de vez en cuando, se da el capricho en público de degustar esta delicatesen americana, ¿para cuántas hamburguesas en el Burger King daría la independencia?

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