lunes, 7 de octubre de 2013

El cumpleaños: la fiesta y el peligro de la piñata

Esta semana que hoy termina ha sido propicia para comentarios de todo tipo. Este artículo podría tratar sobre lo que sucede en USA y el posicionamiento adoptado por los ultras del Tea Party con el fin de poner en un aprieto al primer presidente afroamericano del país. No olvidemos que aquí también tenemos a nuestros teapartyanos domésticos.La convulsión en Italia sería otro buen argumento de partida, con un Berlusconi cayendo al vacío político traicionado, dicen las crónicas, por los suyos. Los transalpinos siguen, además -como toda persona de bien- consternados por lo ocurrido en Lampedusa y ante lo que nadie hace absolutamente nada.

Y para ríos de tinta daría Merkel mientras se relame las comisuras de los labios para saborear sus buenos resultados electorales, con cierto regusto rancio al recordar los posibles pactos con los socialdemócratas.

Con respecto a nuestro país, podría referirme al fútbol, campo en el que demostramos que somos potencia mundial, sin descartar este argumento como nuevo elemento que ratifica la salida de la recesión o de la crisis (no tengo claro si va primero lo segundo o viceversa). En relación con esta dramática situación económica, a lo largo de los últimos días nuestro presidente presume de las baratijas laborales españolas. Entre tanto, sus acólitos se alegran de que 'solo' haya subido el paro en 25.000 personas. Materias todas ellas susceptibles de análisis, serio o irónico. ¡Pero si hasta tenemos seísmos que ponen en entredicho la labor del ministro Soria! 

Del mismo modo, siempre hay un tema recurrente al que se puede acudir cuando la inspiración, por escasa que sea, no acompaña: la corrupción. No obstante, la judicialización de la vida pública con Barcenas, Fabra, financiaciones ilegales, delitos fiscales, Eres andaluces y corruptelas varias, siempre estará ahí. Es similar a lo que sucede con Mourinho en el Real Madrid o Cruyff en el Barça. No están pero por ahí pululan. Y habría muchos más temas como la huelga en la educación pública de Baleares, la recuperación del número 1 por parte de Nadal, las novedades de los espías de Método 3 o el regreso de la conspiranoia en torno a los atentados del 11-M, por poner solo unos ejemplos. 

Pero no. Esta semana, en lo personal, ha tenido una circunstancia que sitúa en un segundo plano todos esos asuntos que llevan a los sesudos analistas a realizar sus juicios de valor (aunque sea sin valor): el cumpleaños de Paula.

Para mí es la noticia del año, algo así como lo que hace La Razón todos los días para tratar de justificar lo injustificable, pero en serio. Esta celebración, que ha estado en el aire por la amenaza de lluvia, no tiene que ver con tupper, sino con algo importante de verdad. Quien es padre entiende a la primera lo que digo; el que no, que piense en sus propios cumpleaños o, quizás mejor, recuerde cuando era niño y él era el protagonista.

Por suerte, al final los chubascos que los meteorólogos auguraron no se dieron, lo que permitió que Paula celebrara su fiesta. Precisamente esa amenaza de lluvia provocó un cierto cisma porque ¿cómo explicar a la pequeña que su 'cumple' había que retrasarlo? Me río yo de Cospedal y sus guerras, en Toledo y Madrid, o del mal trago por el que atraviesa el juez Ruz y sus disputas con Hacienda y consigo mismo. Nimiedades, pequeñas cosas sin importancia ante la ardua tarea de hacer entender a un niño que su fiesta no se puede desarrollar en la fecha que marca el libro de familia... ¡por la lluvia!

Para los padres, todo hay que decirlo, la conmemoración en cuestión es un quebradero de cabeza. Sin embargo, más allá de esto y llegados aquí (esto lo hacemos los progenitores cada cumpleaños) retrocedo y rememoro sus cumpleaños anteriores. Son recuerdos hermosos que me sirven, además, para darme cuenta de que no he dejado de aprender de Paula. Es verdad que son palabras de padre orgulloso pero esta ha sido una semana muy especial, a pesar de las circunstancias. 

Al margen de la celebración en familia, más serena, y esto es un aviso para futuros papás o aquellos que acaban de serlo, cuando se abre la invitación a los 'amiguitos', la tranquilidad da paso a la marabunta cuya escenificación más clara es el instante de la piñata. Ahí esos pequeños que nos provocan ternura y admiración, y de los cuales nos sentimos orgullosos porque "son los mejores en todo", se transforman en una jauría. En ese instante 'piñatero' no falta de nada y, como marca la ley de la selva, únicamente sobreviven los más fuertes. 

Por cierto, que no lo he dicho, Paula ha cumplido 4 años. Toda una vida para ella y para mí. No hemos acabado todavía con las celebraciones porque resta la destinada a los compañeros del cole. Mañana es el día señalado para poner fin a una semana intensa pero no esperéis demasiado porque hemos decidido, con el beneplácito de la homenajeada, prescindir de la piñata. Todo sea por salvaguardar la integridad de la cumpleañera y sus 'amiguitos'

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