En estas últimas semanas el fenómeno de los
escraches ha adquirido una dimensión que ha superado las expectativas de
impulsores y detractores. Algunos políticos se han subido al carro de aquello
que se ha dado en llamar "dar pena", sin pararse a pensar que ese
papel protagonista propio de película melodramática o tragicomedia
directamente, puede volvérseles en contra.
Para que en nuestro país un hecho consiga escalar
hasta la categoría de acontecimiento es necesario que los medios de
comunicación hagan sus especiales. Es casi una norma no escrita pero si no se
da esta circunstancia (que precisa de un repaso a la hemeroteca), entonces el
hecho en cuestión se queda ahí. Gracias a esa regla implícita hoy sabemos que
el fenómeno escrache, grosso modo, se inició en Argentina y estaba dirigido
contra los participantes en el régimen militar que dirigió los designios del
país durante años. Este recordatorio sirve simplemente para que representantes
de la clase política, como la presidenta de C-LM y secretaria general del PP,
María Dolores Cospedal, dejen de aludir al nazismo. Por mucho que repitan este
tipo de afirmaciones (por cierto que en este país de fascismo también sabemos
un rato y todavía existen reminiscencias en calles y plazas) no se convertirán
en ciertas.
Hay algo que sí ha conseguido Cospedal es que
la palabras nazi o fascismo acompañen a escraches en algunos medios de
comunicación. Precisamente, ayer se sumó a esas comparaciones peligrosas el
alcalde de Guadalajara, Antonio Román, en un programa de 13TV. Bajo el título
de 'el alcalde acosado denuncia' (o algo así) me pareció observar un ejercicio
de comunicación a la americana impresionante. No voy a ser yo quien defienda o
ataque los escraches. Si he de ser sincero me confieso incapaz de adoptar un posicionamiento
claro a favor o en contra puesto que, si bien entiendo que alguien que se suma
a un movimiento de este calibre lo hace por razones de necesidad, también
comprendo el malestar de quien lo sufre. Sin embargo, en el caso del regidor de
la capital guadalajareña, tras lo que se pudo ver por televisión, veo ciertos
elementos que me llevan a pensar que alguien ha asesorado a alguien, como diría
el genial Gila, buscando cierto afán protagonista.
¿Y por qué esta conclusión? Hay quien
señala en círculos próximos al PP de la provincia que los cercanos a Román
siguen molestos por el poco 'agradecimiento' que la presidenta de Castilla-La
Mancha ha demostrado al actual alcalde y a su gente a pesar de que ha sido
"esta provincia la que le ha dado la victoria". Detrás de las razones
personales alegadas por el regidor para dejar la presidencia provincial del
partido estarían esos motivos. Evidentemente son solo especulaciones.
Sin embargo, esas elucubraciones periodísticas
sin fundamento, adquirieron ayer una nueva dimensión al ver al 'alcalde
acosado' denunciar públicamente su situación. No seré yo quien le reste razones
al primer edil de Guadalajara; sin embargo, la imagen que ofreció en el
programa televisivo en cuestión, custodiado desde un punto de vista ideológico
de forma adecuada, me lleva a pensar que algunos tratan de buscar un cierto
protagonismo pensando en el futuro.
Es algo similar a cuando Antonio Román, en un
momento en que su ciudad se quedó sin medios diarios escritos, defendió el
papel de los periodistas. Incluso en el diario El
País lamentaba que los ciudadanos “solo pueden criticar aquello que
conocen de manera directa”, añadiendo que “a través de las cartas al director
se puede criticar o aplaudir al poder. Sin medios de comunicación
independientes se pierde la relación de ida y vuelta con los vecinos”. Su
municipio ha sido noticia en medios nacionales por, precisamente, perder los
soportes donde la ciudadanía podía informarse, lo que sucedía en su
ciudad y provincia. Ahora parece que aquellos lamentos de hace poco menos de un
año ya no preocupan porque tal vez el actual alcalde, y también diputado nacional, lo que persigue son otras
cuotas y cotas políticas más altas.
Regresando al tema de los escraches y a esos
ejercicios léxicos que llevan definiciones poco claras y muy alejadas de la
realidad actual e histórica, durante el nazismo se practicaban otro tipo
de acciones que nada tienen que ver con lo que ahora denuncian políticos como
Antonio Román. Esto es como si uno de esos representantes públicos hubiera
llamado a capítulo (de forma directa o con personas interpuestas) a algún
director de medio de comunicación para pedir explicaciones acerca del
tratamiento de las informaciones publicadas. Es como si, con dossieres
elaborados por funcionarios y con el fin de cambiar ciertos enfoques, ese
político prometiera alguna campaña publicitaria que, a la vista del 'no cambio'
se quedara en el limbo de la propaganda municipal. O esos otros representantes públicos que, por no 'informar' como a ellos les gustaría deciden vetar a un medio de comunicación y a sus periodistas. ¿A eso cómo lo llamaríamos?
¿fascismo, nazismo, libertad de expresión, escraches...?
Menos mal que en España, en general, y en Guadalajara, en particular, no ocurren estas cosas porque si no sería, desde luego, llamativo y habría que denunciarlo. ¿Y qué diríamos si eso sucede en ciudades cuyos representantes denuncian ahora el acoso de las personas desahuciadas? Por fortuna eso sólo acontecía en épocas pasadas, o no.
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