viernes, 20 de julio de 2012

Las coartadas y el circo son insuficientes

La renuncia de Rafa Nadal o de Samuel Sánchez, la preguerra de Siria, los uniformes de la delegación olímpica española o la populista reforma penal del actual ministro, son factores que, hasta hace bien poco, habrían ayudado a 'desviar' la atención de todo lo que ocurre en España en relación con la economía (ni siquiera el fútbol, a pesar de la victoria en la Eurocopa, auxilia al Gobierno con sus habituales cortinas de humo en forma de fichajes estratosféricos). La situación del Ejecutivo de Mariano Rajoy, a la vista de los acontecimientos, se ha tornado insostenible, a pesar de que cara a la galería la imagen que tratan de transmitir sus integrantes sea la contraria. 

Las manifestaciones que ayer recorrieron las ciudades españolas, grandes y pequeñas, son una advertencia clara de que la ciudadanía no aguanta más. La comunicación desde Moncloa ha sido bastante deficitaria y no ahora, sino desde que los nuevos inquilinos llegaron al poder. Precisamente el asumir ese poder con una amplia mayoría absoluta no significa en un estado democrático el ordeno y mando, y de esto en España hemos tenido ejemplos protagonizados por los partidos más importantes. 

Los españoles han llegado al límite ahogados por una clase política incapaz, no ya de arreglar el desaguisado, sino siquiera de proponer alternativas encaminadas a mejorar las condiciones de vida. Hemos pasado en unos meses de hablar del estado de bienestar a la supervivencia. No es de recibo que mientras un alto porcentaje de la población pasa auténticas penurias, una minoría siga instalada en la desfachatez propia de la improvisación política.

A lo largo de la pasada legislatura se calificó al anterior Gobierno de muchas maneras y formas; en los siete meses de Mariano Rajoy, esos adjetivos, además de partir de los medios de comunicación (algunos, digamos los serios) salen de las bocas, las cabezas y los corazones de los ciudadanos de a pie. No pueden pedir esfuerzos (más todavía), recurrir a la doctrina del miedo ("no hay dinero para pagar las nóminas"), buscar aliados más allá de nuestras fronteras (en especial Alemania que sigue inmersa en sus políticas y las quiere implantar en los países periféricos, a sabiendas de que es imposible), si ellos, el Ejecutivo y la clase política en general, han demostrado su falta de criterio a la hora de tomar medidas. Saltarse un programa electoral (algo que han hecho los actuales y anteriores inquilinos del palacio de La Moncloa) con premeditación, alevosía, engaño y, en más de una ocasión, nocturnidad, no puede quedar impune.

La coartada de la herencia recibida ya no sirve porque en comunidades autónomas gobernadas durante décadas por barones del mismo color político es donde ha saltado la liebre. Si la estrategia es intentar llegar a mediados de 2014 y a partir de ahí abrir el grifo, lo va a tener difícil Mariano Rajoy. No alcanzará el objetivo de resistir hasta las elecciones de un año después salvo que haya algo que sólo conoceremos cuando la cita con las urnas se aproxime, (esto no descarto pero que pondría en entredicho su labor como gobernante y como persona).

Hasta ahora, en este país de pan y circo, los deportes eran la cortina de humo perfecta. Pasado el tiempo, ni siquiera esto parece que le pueda servir al Gobierno para hacer sin ser visto.

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