martes, 17 de febrero de 2015

El disgusto de Paula por el disfraz de allakjsdlfcono

Foto: www.hogarutil.com
Por una vez, y sin que sirva de precedente, el titular que encabeza este post es descriptivo y/o informativo, de una situación real. La pequeña Paula asiste a un colegio público ¡Oh, cielos, aleccionándola ya desde pequeña! Porque sí, parece que ir a la pública es algo así como en mi época decantarse por FP. Son las cosas de esta sociedad tan inteligente... que no da una, al rebufo de sus políticos. Hay que ver dónde están ahora aquellos chavales contemporáneos míos que decidieron hacer sus módulos, y en qué lugar se encuentran los jóvenes universitarios de entonces y parados de hoy

Que la pequeña Paula estudie en un colegio público supone que convive con la crisis económica de primera mano. Lo he dicho en más de una ocasión. Mi hija tiene la suerte de estar en un centro educativo con un colectivo de profesores que no son ajenos a esa realidad. Explico esto para situarnos, porque de unas condiciones ruinosas como las que atraviesan millones de familias, surgen ideas para que la brecha no se haga aún más grande, o por lo menos no lo noten los pequeños. 

De este modo, cuando se acercan los carnavales, por ejemplo, AMPA y profesores apuestan por hacer los disfraces en el cole, con el fin de no crear diferencias entre quienes pueden pagar el último traje de Frozen y aquellos que, de nuevo, deben tirar de la túnica que tantos años de servicio acumula para convertirla en, si hace falta, traje de superheroe.

Hace unos días Paula llegó a casa del cole llorando. El motivo: el disfraz general de este año. Soy consciente de que mi hija un poco sentimental y de lágrima fácil es, faceta que compagina a la perfección con una mala uva que ya le gustaría a Mariano Raj... ¡No, no hablo de políticos!

Como padre moderno que soy, enseguida me preocupé por el origen del disgusto.

- ¿Qué ha pasado pequeña?
- Papá, no te puedes imaginar... buaaaa, buaaa... (lo siento, aquí recurro a la representación del lloro del maestro Ibáñez y sus Zipi y Zape, Mortadelo y Filemón o Carpanta).
- Vamos a ver hija, que no será para tanto. 
- Claro, claro. Tú siempre igual.
- Pero dime.
- ¿Sabes qué disfraz han escogido para este año?
- Pues todavía no soy adivino.
- De, de... lkkjijlaaadcono
- ¿eh?
- Sí, de... de... lasoiilsdfcono
- No sé a qué te refieres Paula.

En ese momento intervino su madre.

- De emoticono.
- Eso, papá, eso es lo que te estaba diciendo... buaaa, buaaa
- Bueno, hija, tampoco es para ponerse así...
- Ya claro papá, como tú no te tienes que disfrazar de alsasdkjñlcono...
- Pero ¿Sabes qué es eso?
- Sí, ya me lo ha explicado mamá y no me gusta. 

Es una rabieta de una niña de 5 años, sin duda. Seguramente injustificada, pero hay alguien en el AMPA del cole de mi hija que me ha ganado en modernidad. Es evidente que la imaginación que nos queda a los mayores es prácticamente nula, porque si no es imposible entender que alguien decida que el disfraz de todo un colegio tenga que ver con el teléfono móvil y Whatsapp ¡Y después nos quejamos de los políticos que nos han tocado! Anda, claro. Que somos nosotros quienes los elegimos. 

Por cierto, al final Paula ha ido de estrella, un súper emoticono de la muerte. Y se lo pasó en grande porque en esto, los niños, nos siguen llevando mucha ventaja y son capaces de divertirse y de imaginar todavía (hasta que los adultos lo estropeamos). 

Noooo, ya no hablo de políticos... aunque una vez más algún ministro de Hacienda (y no digo el nombre para que nadie se dé por aludido) cuando amenaza se me parece mucho al 'chulito' que había en mi colegio cuando estaba en parvulario. Se pasaba el recreo prometiendo galletas a todo el mundo. Teníamos 4 años. A lo mejor no procede hacer comparaciones entre el chulito, el ministro y el padre/madre al que se le ocurrió lo del emoticono. O tal vez, sí y el gobernante, cuando estaba en el cole, se encontró de frente con el chulito de la clase o... le obligaron a disfrazarse de emoticono. De aquellas aguas estos lodos. Vete tú a saber.

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