lunes, 22 de octubre de 2012

En Galicia no ganó Rajoy

No es cuestión de saber de una vez por todas si los gallegos subimos o bajamos las escaleras. Un dato positivo de lo sucedido ayer en las tierras de Breogán es que la caverna mediática no lanzará hoy sus dardos envenenados contra una población castigada, como el resto del país, por la crisis. Esto pensarán algunos; es lo que tienen unas elecciones: siempre ofrecen un clavo al que agarrarse, sobre todo a los que pierden. 

Un análisis rápido de los sucedido pone sobre la mesa la pregunta del millón. ¿Supone el resultado de Galicia el beneplácito de la ciudadanía a las políticas de Rajoy? Sin detenerme en la bajísima participación, en la pérdida de votos de los principales partidos o en el reparto que depara nuestro sistema electoral, mi conclusión es que no. 

Las razones de una respuesta negativa tienen que ver con la propia idiosincrasia del gallego, de cómo se vive en aquellas tierras y de la herencia recibida (en esta ocasión no la socialista o del bipartito). Desde siempre Galicia ha estado preñada de caciquismo, y eso no va a variar de un día para el otro. Es cierto que las cosas han cambiado pero con un nivel de envejecimiento de la ciudadanía como el que se da en el noroeste (de los más altos del mundo), es fácil entender que el pago de favores o el miedo a la novedad tiende siempre a salir en momentos como estos. Mi abuela, señora de la limpieza toda su vida, con 75 años seguía llamando a las señoras en cuyas casas desarrollaba su trabajo "señoritas", de manera similar al estilo cinematográfico de Gracita Morales. Recuerdo que cuando hacía esta referencia sus nietos, entre ellos yo, saltábamos como un resorte. Ahora que Consuelo ya no está entre nosotros (por cierto una demócrata que a punto de morir quería ir a votar a costa de lo que fuera), entiendo, si bien no comparto, su trato reverencial hacia las "señoritas". 

Esto ha cambiado, sí, pero entre las nuevas generaciones, precisamente esas que ahora retoman el papel de emigrantes que hace décadas ocuparon sus padres y madres. En las aldeas de Galicia estas actitudes se multiplican por mucho, de ahí que atribuir a Rajoy la victoria en forma de respaldarazo a sus políticas es demasiado aventurado. Hay algo que Feijóo ha sabido hacer en esta campaña y en estos años. Por una parte, no olvidar el legado de Fraga (muy dado a fiestas y romerías para pasar lista) y, por otra, atraer mucho voto de las ciudades. No voy a hablar aquí de los favores mediáticos de los diferentes medios porque, habiendo sufrido en carnes propias esas ´presiones´ por parte de unos y otros (de partidos grandes y pequeños) en el ejercicio de mi profesión, seguramente desvirtúe este análisis.

En definitiva, a Mariano Rajoy no le puede servir este resultado en Galicia para sentirse fortalecido en sus políticas. Él sabe que el apoyo histórico (aunque con matices) logrado por su delfín, no ha sido mérito suyo. El rechazo a sus políticas es evidente aquí y allá. Sin embargo hay que ponerle una medalla: la propuesta de adelanto electoral. Ahí sí que acertaron él y, sobre todo, Feijóo al aceptarla aunque a regañadientes.

Otro dato, para algunos o muchos poco destacado, para mí significativo. En Vigo, donde reside Feijóo, y en Pontevedra, de donde es Rajoy, el PP no gobierna. Tal vez, el problema se encuentre en la otra acera, es decir, en las formaciones que en estos comicios trataban de desbancar a los populares. Es difícil o imposible derrotar al mastodonte histórico que representa el PP-G con el principal partido de la oposición hecho trizas, a lo que hay que unir otra de las alternativas, el BNG, con guerras internas demasiado encarnizadas. 

Un buen ejemplo de todo este análisis es el engendro seudo político de Mario Conde. La intención de restar votos al PP no ha llegado ni a eso. ¿Por qué? Muy sencillo. El exbanquero se ha acordado de Galicia sólo ahora y el Fogar de Breogán no reconoce inventos de última hora. ¿Alguien de alguna aldea gallega le debe algún favor a Conde? Es evidente que su chequera está en Madrid.   

A modo de conclusión hay que añadir que lo conseguido por Feijóo le genera un problema interno al PP y, por extensión a Rajoy. Muchos hablan del posible salto a Madrid del recién reelegido presidente de la Xunta, y esos mismos apuntan a la figura de Gallardón como su gran contrincante. Sinceramente creo que va a tener más enemigos, y en concreto, enemigas que desde que accedieron al poder en su región trabajan, por encima de todo, para controlar el poder interno. De ahí le vendrán a Feijóo los dolores de cabeza. De ahí le llegará al Clan de los Gallegos instalado ahora en Génova el fuego amigo.

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