martes, 29 de julio de 2014

"A las rubias no las quiere nadie"

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 Aplicación cabello

Tal vez no puede haber un título más ilustrativo para resumir lo que podríamos denominar el primer desencuentro amoroso de la pequeña Paula. En primer lugar, hay que decir que la historia tiene que ver con el curso escolar, pero su repercusión o el elemento que ha provocado que salga en este período de vacaciones escolares es, sin duda, el muuuccchoooo tiempo libre del que dispone mi hija, los baños en piscina y playa y, directamente relacionado con lo anterior, los momentos en los que su pequeña cabeza se pone a analizar según qué cosas.

Como somos padres modernos, todo lo comentamos con Paula y ella con nosotros, aunque para ser justos en este caso su madre es la que responde más al concepto de progenitora acorde a los tiempos actuales, al siglo XXI, mientras uno es, en la mayoría de las ocasiones, un simple espectador, de lujo, eso sí, pero espectador al fin y al cabo.

Paula siempre ha tenido "novio". Yo creo que es una de los grandes males de la humanidad el tratar de hacer que nuestros hijos (y nosotros mismos cuando éramos pequeños) dispongan de 'pareja' desde edades bien tempranas. "Esto, sin género de duda, en el caso de las niñas responde a esa sociedad machista que llevamos inoculada en nuestro ser y, en general, lo de tener novio es una reminiscencia de la educación religiosa a la que nos hemos sometido a lo largo de décadas y que observa la familia tradicional como única relación capaz de salvar la especie", o algo así podría decir alguno de los políticos de nuevo cuño, calificados como populistas por los/las populistas de toda la vida.

Sinceramente, en mi caso no quiero que mi hija tenga novio con cuatro años por simple sentido común... Hay que decir que lo que ocurre ahora con nuestros hijos es similar a lo que nos pasaba a nosotros con aquel tío simpático de la familia (en todas hay uno o más) que insistía e insistía en el tema. Al final, por aquello de no cortar el asunto soltabas que sí inventándote (o no) el nombre en cuestión.

En esta ocasión, lo que le sucede a Paula, como ya he dicho en más de una ocasión, lo hablamos en familia porque somos modernos. El día de autos, la pequeña, con un tono solemne, soltó:

- Mamá, ya no quiero ser rubia
- ¿Por qué dices eso Paula?
- Porque no quiero ser rubia. Quiero ser morena.
- Pero si tu pelo es precioso...

Aquí se me hincha la vena porque es de lo poco que Paula tiene de mí, es decir, de su padre, y claro, que quiera renunciar al único rasgo que comparte conmigo me hizo estar ojo avizor de los motivos que le llevan a una 'dimisión' de ese calibre.

- No mamá, a las rubias no las quiere ningún novio
- Pero qué dices. Pero si a todos los chicos les gustan más las rubias.
- Ya, y entonces porque tú tienes novio, a papá, y yo no tengo.
- A ver hija, es que no es lo mismo. Además ¿Papá, verdad que a los chicos les gustan más las rubias?
- Sí claro, bueno... depende, pero sí claro (mi primera intervención)
- Ya pero a mí M (vamos a llamarle Mario, un compañero de clase) me ha dejado
- ¿Pero te ha dicho que es por ser rubia?
- Solo le gustan las de pelo negro... y no es justo. ¡Yo quiero ser morena!
- Hija creo que estás exagerando...

Paula, no sé si lo había dicho en alguna ocasión, es muy lista, pero también muy sentida y en ese momento, al ver que sus argumentos se ponían en duda, estalló contra el tipo ese 'M'. En ese momento se produjo mi segunda (y última) intervención, básicamente porque me dí cuenta de que poco o nada interesante a los oídos de mi hija decía, a tenor de que ella lo que se dice mucho caso no me hizo. Supongo que esta conversación, y el tema novios en general, forma parte de eso que algunos expertos denominan 'conversaciones de chicas', y ahí los papás...

- Vamos a ver hija. Yo creo que le estás dando demasiada importancia. Tú además podrás elegir a quien quieras.
- Ya pero no a 'M'... que ya me ha cambiado por otra.
- Pues él se lo pierde...
- Ya pero no es justo.

Después de una larga conversación, y de que yo ya estuviese haciendo una especie de vudú de andar por casa a 'M', mayor que ella, por lo menos, seis meses, es decir, que ha cumplido ya los cinco años, Paula soltó otro elemento que, quizás pero improbablemente, ha dado al traste con su 'relación' con 'M'.

- Es que no me quiere mamá porque soy rubia... y además me llama chivata porque una vez le dije a Lola (su profesora) que 'M' había dicho que le "iba a dar un hostión" o algo así, a no sé quién... y entonces me dejó...
- Hum...
- Pero no me chivé, solo le dije a Lola la palabrota que había dicho.

¡Un momento! Que nadie piense que mi hija va acusando por ahí sin motivos. Si 'M' pronunció esa palabra... pues a atenerse a las consecuencias. 

No obstante, he de decir que lo de cambiarse el pelo de color ha sido una constante... Pero la vida es sabia y pone a cada uno en su sitio, también a la pequeña Paula. De este modo, ayer mismo, pasando por el pueblo en coche observé (soy muy observador que para eso ejerzo de periodista) como el rubio platino casi blanco de una cabellera femenina me deslumbraba. En ese momento, con la rapidez propia de un padre preocupado, le dije a mi hija que mirase por la ventana el resultado de alguien que renuncia al color de su pelo para teñirse de amarillo canario... Y su reacción fue clara y contundente: "¡Vaya! Papá, ya no quiero ser morena, porque si alguien se hace eso para ser rubia, yo ya lo tengo... y más bonito ¿verdad papá?". Pues claro hija... 

Estos días leía en un periódico digital, en la sección de tecnología, que existen aplicaciones (en este caso 'Aplicación Chorra') con las que puedes cambiarte el pelo a partir de una foto, así que ya tengo un elemento más para demostrarle a Paula que el color de pelo que tiene es perfecto (¡Hay que ver lo que se inventa!)

Por cierto, estoy haciendo una investigación concienzuda acerca del tal 'M'. Faltaría más. 

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